El Segundo Duelo de Salvación en el capítulo 110 de **Desafío XX** comenzó con una atmósfera de tensión palpable. Los concursantes, conscientes de lo que estaba en juego, sabían que los ganadores de este duelo pasarían directamente al **Desafío Final**, mientras que los perdedores tendrían que luchar una vez más en el temido **Desafío a Muerte**.

Capítulo 110 Desafío 20 Años: Segundo Duelo de Salvación: ¿Algún Tino pasa  al Desafío Final? - CaracolTV

Este no era solo un reto físico, sino también mental, donde la estrategia y la comunicación dentro de cada pareja serían claves para asegurar la victoria.

El reto que les esperaba era uno de resistencia, precisión y trabajo en equipo. Cada pareja fue equipada con una soga, la cual usarían para lanzarse hacia una plataforma inestable. La dificultad no radicaba únicamente en mantener el equilibrio en dicha plataforma, sino en que desde allí debían alcanzar otra soga que los llevaría al siguiente segmento de la prueba.

Esto requería fuerza, coordinación y, sobre todo, nervios de acero.

En cuanto lograban alcanzar la segunda soga, las cosas no se volvían más fáciles. Al contrario, debían utilizar tres lazos para colgarse de una serie de ganchos, y lo complicado era que esos ganchos estaban dispuestos de tal manera que necesitaban superar uno a uno.

No había margen para errores, ya que una caída o un mal movimiento podía significar una pérdida de tiempo valioso y, en una competencia tan reñida, el tiempo era esencial.

Superar los ganchos era solo la primera parte. Luego enfrentaban dos troncos de equilibrio, que debían atravesar con la ayuda de tres bastones que engancharían en unas argollas. Estas argollas estaban insertadas en un tronco elevado, añadiendo una capa extra de dificultad.

Aquí no solo la destreza física era clave, sino también la precisión y la coordinación entre los miembros de la pareja. Una mala decisión o un mal cálculo podía poner en riesgo todo el progreso.

El siguiente obstáculo no era menos intimidante. Cada pareja debía cruzar otro tronco de equilibrio, pero esta vez, encima de este tronco había una maraña complicada. Los concursantes debían desenlazar diez discos que estaban enredados en esta maraña y llevarlos a la plataforma final del box.

El proceso de desenlazar los discos, en apariencia sencillo, requería mucha paciencia y control de los nervios, ya que cualquier movimiento brusco podía volver a enredar los discos y, con ello, hacerles perder valiosos minutos.

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Una vez que lograban desenlazar los discos y llevarlos a la plataforma final, el desafío no terminaba allí. Los discos debían ser lanzados hacia un mini trampolín a nivel del suelo, con el objetivo de que rebotaran dentro de una canasta.

Este momento del desafío requería mucha precisión, ya que no solo se trataba de lanzar con fuerza, sino de hacerlo con la técnica adecuada para que los discos rebotaran correctamente. Además, cada integrante de la pareja debía lanzar al menos un disco antes de poder regresar al inicio del box y continuar el proceso.

La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo. Los participantes sabían que cada movimiento, cada decisión contaba. El cansancio físico se sumaba al estrés mental de mantener la concentración bajo presión.

Las instrucciones entre las parejas se intercambiaban constantemente. Frases como “tranquila, más arriba” y “con una sola la vas a sacar más rápido” resonaban en el ambiente, reflejando la lucha interna de los concursantes por mantener la calma y la eficiencia en medio de una situación de alta tensión.

Uno de los momentos más cruciales en la competencia fue cuando una de las parejas, después de haber avanzado considerablemente en la prueba, se encontró con dificultades al pasar la cuerda entre los bastones.

La estrategia aquí se volvió vital. Las indicaciones entre los miembros de la pareja eran claras: “seguro siempre cuando se pasen la cuerda”. Esta frase no solo reflejaba la importancia de la seguridad en un desafío físico tan extremo, sino también la necesidad de confiar plenamente en el compañero, ya que un error podría significar el fin de su participación.

La capacidad de trabajo en equipo fue puesta a prueba en cada segmento del desafío. Uno de los momentos más emocionantes ocurrió cuando uno de los participantes, a pesar del agotamiento físico, encontró fuerzas para sostenerse mientras su compañero completaba la tarea de desenlazar los discos.

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La frase “me sustengo aquí de ti” fue un recordatorio conmovedor de que, aunque se trataba de una competencia, el apoyo mutuo dentro de cada pareja era esencial para superar los obstáculos.

A medida que las parejas se acercaban al final del desafío, el nivel de estrés aumentaba. Las manos sudaban, las respiraciones se volvían más entrecortadas, pero la meta estaba a la vista. Desenlazar los discos parecía una tarea interminable para algunos, mientras que otros lograban mantener la calma y avanzar con pasos firmes.

La sincronización al lanzar los discos hacia el mini trampolín fue el último gran obstáculo. Cada lanzamiento exitoso se celebraba con gritos de alivio y alegría, mientras que los lanzamientos fallidos provocaban frustración y nerviosismo.

Finalmente, una de las parejas logró completar el recorrido y lanzó exitosamente el último disco a la canasta. El júbilo en sus rostros era innegable. Sabían que se habían ganado un lugar en el Desafío Final, un paso más cerca de la victoria en esta agotadora competencia.

El público, testigo de sus esfuerzos, estalló en aplausos, reconociendo el increíble esfuerzo físico y mental que habían puesto en cada etapa del duelo.

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Sin embargo, para las otras parejas, el destino no era tan favorable. Los perdedores sabían que aún tenían una última oportunidad en el Desafío a Muerte, una prueba que definiría si continuarían o no en la competencia. La derrota en este Segundo Duelo de Salvación no era el fin, pero sí un recordatorio de que en el Desafío XX, cada momento cuenta y cualquier error puede costar caro.

A medida que el episodio llegaba a su fin, las cámaras capturaron las emociones de los ganadores y los perdedores. Algunos rostros mostraban alivio, otros frustración, pero todos compartían una cosa en común: el conocimiento de que el Desafío XX no perdona y que solo los más fuertes, tanto física como mentalmente, pueden llegar hasta el final.

El Segundo Duelo de Salvación había sido un espectáculo de destreza, coraje y trabajo en equipo, y el Desafío Final prometía ser aún más intenso.