Era una mañana soleada cuando Kevyn decidió que era el momento perfecto para que Guajira conociera a su hijo, Lucas.

Después de meses de preparación emocional y conversaciones sobre la importancia de esta reunión, Kevyn se sentía una mezcla de nervios y entusiasmo.

Había esperado este momento, deseando que ambos pudieran conectar y construir una nueva relación.

Mientras conducían hacia el parque, Guajira miraba por la ventana, sus pensamientos llenos de preguntas y expectativas.

Sabía que Lucas tenía diez años, pero se imaginaba cómo sería: un niño lleno de energía, tal vez con una risa contagiosa y una curiosidad desbordante.

La idea de conocer a alguien tan importante en la vida de Kevyn la emocionaba, pero también la hacía sentir vulnerable.

Al llegar al parque, el aire fresco y el sonido de los niños jugando creaban un ambiente perfecto.

Lucas estaba sentado en un banco, concentrado en su tablet, ajeno a la llegada de su padre y Guajira.

Kevyn lo saludó con una sonrisa amplia, y Lucas levantó la vista, sus ojos brillantes de sorpresa al ver a su papá y a una mujer desconocida a su lado.

“Hola, Lucas. Quiero que conozcas a alguien muy especial,” dijo Kevyn mientras se acercaban.

Guajira se agachó un poco, sonriendo, para estar a la altura de Lucas. “Hola, soy Guajira. Es un placer conocerte.”

El niño, un poco tímido, devolvió el saludo. La conversación empezó un poco vacilante, pero pronto la curiosidad de Lucas salió a relucir.

“¿Por qué siempre hablan de Natalia?” preguntó de repente, con una mezcla de interés y confusión en su voz.

La mención del nombre de Natalia hizo que Kevyn sintiera un pequeño nudo en el estómago. Era un tema delicado, pero sabía que no podía eludirlo.

Natalia había sido una parte fundamental de su vida, y era importante que Lucas entendiera su historia.

“Natalia fue una persona muy importante para mí,” explicó Kevyn, buscando las palabras adecuadas.

“Aunque ya no está con nosotros, su recuerdo vive en nuestras conversaciones y en nuestros corazones.

A veces, las personas que amamos nos dejan, pero el amor que compartimos nunca desaparece.”

El niño lo miró, procesando lo que había escuchado. “¿Por qué siempre hablan de ella? ¿Qué hizo?” La curiosidad de Lucas era genuina, y Kevyn se sintió alentado a compartir más.

“Natalia me enseñó muchas cosas sobre la vida, sobre la importancia de amar y ser amado. Teníamos muchas aventuras juntos, y siempre le gustaba hacer reír a la gente.

Hablamos de ella porque siempre queremos recordar lo bueno que viví con ella,” respondió Kevyn, sintiendo que cada palabra era un homenaje a la mujer que había dejado una marca indeleble en su vida.

Guajira, escuchando atentamente, sintió una conexión más profunda con Kevyn.

Había comprendido que su amor por Natalia no era un obstáculo, sino un capítulo de su vida que podía coexistir con su nueva relación. Decidió aportar a la conversación.

“Lucas, tu papá y yo también hemos compartido momentos divertidos. Cada uno de esos recuerdos es especial. La vida está llena de historias, y cada una de ellas nos forma.”

Lucas, intrigado, sonrió y preguntó: “¿Cuáles son esas historias?” Guajira, emocionada por la oportunidad de compartir su propia vida, comenzó a contarle sobre sus aventuras en diferentes países, las culturas que había conocido y las amistades que había forjado.

Cada relato parecía hacer brillar más los ojos de Lucas, quien se sumergía en el relato de esta mujer que parecía tan fascinante.

Mientras el sol avanzaba en el cielo, el ambiente se llenaba de risas. Lucas, sintiéndose cada vez más cómodo, comenzó a abrirse también.

Habló sobre su escuela, sus amigos y los juegos que más disfrutaba. La conexión entre ellos se iba fortaleciendo, una red de historias y risas que unía a tres personas en un momento tan especial.

En un momento dado, Lucas miró a Guajira con curiosidad. “¿Tú también hablas de alguien que te haya enseñado cosas?”

Guajira reflexionó por un instante, recordando a su abuela, una mujer sabia que siempre le había inculcado el amor por la vida y la importancia de ser amable con los demás.

“Sí, de hecho, mi abuela fue una gran maestra para mí. Siempre me decía que la vida es como un viaje, lleno de sorpresas y oportunidades para aprender,” compartió.

El niño escuchó atentamente, intrigado por las historias de Guajira. La tarde continuó fluyendo entre risas y anécdotas, uniendo a todos en un lazo que superaba el tiempo y las circunstancias.

Al final del día, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, Kevyn se dio cuenta de que había logrado algo más que presentar a Guajira a su hijo. Había creado un espacio para el entendimiento y el amor, uniendo pasado y presente.

Al despedirse, Lucas abrazó a Guajira con fuerza. “Me encantó conocerte. Espero que podamos jugar juntos otra vez.” Su inocencia y su calidez hicieron sonreír a Guajira.

Kevyn, con el corazón lleno de gratitud, sintió que el día había sido un éxito rotundo.

Mientras caminaban de regreso al auto, Guajira y Kevyn intercambiaron miradas cómplices.

Habían creado un momento que no solo unió sus historias, sino que también abrió la puerta a un futuro lleno de posibilidades.

Sabían que, aunque el camino por delante podría tener sus desafíos, cada recuerdo compartido fortalecería su conexión, haciendo que el amor que los unía se hiciera más profundo y significativo con cada paso que dieran juntos.